martes, 5 de mayo de 2015

Atravesar el dolor de la asistencia a los moribundos

Acompañar a una persona que está en trance de muerte representa un gran dolor moral. Para comprender cabalmente lo que motiva el sufrimiento, hay que entender el significado de la expresión “ acompañar a alguien”, que ha sido bellamente definida: “No es anticipársele..; ni siquiera saber qué dirección va a tomar; es más bien caminar a su lado dejándolo libre para elegir su camino y el ritmo de su paso”. De lo que trata es de estar allí, de dejarse guiar por el otro, sin imponer lo que nos parece mejor.
La muerte inminente de un ser querido nos remite a nuestra propia muerte y , en consecuencia, a nuestras angustias. Pero además, ¿cómo míralo, observar día tras día sus modificaciones corporales (adelgazamiento, incapacidad) y psíquicas (cólera, depresión) sin experimentar un sentimiento de impotencia?. Estar allí, unido con vínculos de cariño pero ignorando cuánto falta antes de que la muerte nos separe, se vuelve destructivo e insoportable.

Atravesar el dolor de la asistencia a los moribundos

Asistencia a los moribundos ¿Qué puede hacer superarlo?

Antes que nada, ayúdese usted mismo: esté atengo a lo que le dice el corazón y a sus necesidades. Déjese llevar por su deseo de estar al lado del moribundo, con una presencia deliberadamente elegida. (En algunos países, las instituciones de salud se han propuesto crear, en los años próximos, un permiso de asistencia que permitirá suspender el trabajo para dedicarse totalmente a ellos.)
Sin embargo, vigile todo el tiempo su equilibrio de vida (sueño, comidas, tiempo personal, etc.): evite el agotamiento. Rodéese del apoyo de amigos y de profesionales de la salud, y procure encontrar a menudo momentos para hablar y liberarse del peso del sufrimiento.
Es posible que usted prefiera no saber, y que decida mejor dejarse guiar por lo que usted percibe de la realidad y por el sentido que usted le dé. Esta actitud es respetable: no hay receta alguna para la asistencia a los moribundos. Sean cuales sean las circunstancias del acompañamiento, el proceso puede ser más o menos caótico, lleno de incertidumbre y siempre agotador. En este terreno no hay experiencia que sirva: hay que liberarse de la influencia de lo que otros han vivido y vivir paso a paso, intensamente , esta relación tan especial, sustentada en una historia común que está por terminar, en cualquier día.
El equipo de médicos se encarga diariamente de su ser querido, y puede animarlo a usted a prestar la ayuda que quiere ofrecer, explicarle cómo puede participar en los cuidados, etc. El médico, por su parte, resuelve dudas, le informa de la evolución de la enfermedad y le recuerda que se hará todo lo humanamente posible.
Siempre es posible, la elección del lugar donde se ha de morir debe depender del deseo del enfermo. En algunos hospitales existen unidades de cuidados paliativos que reciben a los pacientes en trance de muerte, y les aseguran cierta comodidad y calidad de vida.
En cuanto a los cuidados paliativos, el tratamiento se reajusta hasta que se alivie el sufrimiento físico. Los tratamientos inútiles se detienen con el consentimiento del paciente. Al igual que la acupuntura, la homeopatía puede serle útil.
En casa, al enfermo se le atiende en el marco de la hospitalización a domicilio, constituida por un equipo de médicos multidisciplinario coordinado por el médico familiar (o un tanatólogo), el cual funciona como el eje de toda la organización. Aunque en algunos países la atención a domicilio de los moribundos ha mejorado ciertamente, no puede llevarse a cabo sino en un contexto familiar favorable, puesto que requiere la participación activa de todo el entorno.
Sería conveniente que sus allegados y el médico que lo atiende le ofrezcan ayuda material o psicológica para afrontar la situación, ya que para las personas que velan al enfermo, que ayudan a cuidarlo, que se relevan día y noche para dar atención y bienestar al moribundo, a fin de conservar todo el sentido de los últimos momentos que se viven juntos, suele implicar un costo en términos de fatiga.
Pueden instalarse en casa ayudas permanentes (hospitalización a domicilio, pero también trabajadoras domesticas, enfermeras de compañía, voluntarios): infórmese en los hospitales, clínicas o sanatorios y en los centros de asistencia social acerca de las ayudas a domicilio, así como de las direcciones y números telefónicos de las asociaciones de ayuda mutua.
Sin importar cuáles sean sus creencias, en la proximidad de la muerte el enfermo suele pasar por una crisis existencial. Necesita rememorar su vida, reencontrar su idea de continuidad, imaginarse un más allá; entonces puede ser necesario brindarle un apoyo espiritual.
Las decisiones que conciernen al final de la vida suelen ser difíciles y siempre suponen una reflexión ética. Es necesario saber detectar el dolor de cada persona. La eutanasia no tiene cabida si los equipos que están al servicio del enfermo y de su entorno se comprometen a aplicar los cuidados paliativos pertinentes y saben escuchar el sufrimiento del enfermo y el de sus seres queridos. No existe una respuesta universal a los cuestionamientos que el final de una vida plantea, como no sea la de respetar la dignidad de la persona hasta el último momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario